noviembre 27, 2010

Capítulo 9

"¿Sabes algo? No me importa saber quién soy si es que soy alguien*, dejaré que el corazón sea quien me guíe hasta eso que El Boxeador me dijo que tenía que encontrar. ¿Me ayudarás?" Pregunté.
"No" respondió tajante.
"Eso es algo que tienes que emprender TÚ SOLA. Nadie en lo absoluto te va a ayudar a encontrar tu felicidad, porque es TUYA Y DE NADIE MÁS, a ninguna otra persona le interesa, y es por eso que lo debes hacer solo tú, por mucho que te cueste asimilarlo eso es. Y ahora si me disculpas, mi labor aquí ha terminado." Finalizó después de su perorata acerca de la soledad.
Alzé la cabeza y frente a mí no habia mas que nada, polvo y nubes, que amenazaban con descargarse sobre mí y yo estaba ahí, sola y desprotegida, más sola que desprotegida o tal vez igual. Que mas daba. Me recosté sobre el viejo asfalto polvoroso a contemplat el nublado firmamento grisáceo, al fin y al cabo no tenía prisa, no iba a ninguna parte y nadie me esperaba...nadie.
Ensimismada en mis procesos mentales me hallaba cuando una gota de lluvia cayó sobre mi nariz.
Abrí mis ojos y ví una cara que me pareció conocida. Sí, eras tú Aragonés.
"¿Que haces aquí?." Pregunté sin cambiar de posición.
"Solo caminaba por aquíy te ví. Creí que eras ya un cadáver, pero veo que no me darás esa satisfacción aún." Dijo cínicamente.
"Siempre tan listo, por eso me encantas." Seguí fríamente.
Le pregunté si podíamos ir juntos. Por supuesto respondió que no*.
Dah, al final ni te quiero tanto. Traté de engañarme.
Amenazaban nubes negras y estruendosas, que justamente venían hacia mí.
Dió así inicio una lluvia torrencial y yo seguía ahí, inmóvil esperando a que cesara la tormenta.
Me sentía como un náufrago entre tanta agua. Recordé el cuento de Robinson que mi padre solía leerme cuando niña. Que recuerdos. Añoraba el día que volviéramos a reunirnos. La lluvia me empapaba al igual que los recuerdos.
Siempre fui una melancólica empedernida.
La lluvia por fin pasó. Sin embargo, el cielo seguía demasiado oscuro por las nubes. Traté de incorporarme, pero estaba demasiado mojada, mi peso era mas o menos el doble debido al agua. Como pude, me puse en pie.
Se acercó entonces a mí alguien con ojos de caleidoscopio. Parecía inofensivo.
¿Que querría de mí?

To be continued...

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